domingo, 27 de enero de 2008

ANTROPOLOGIA BIOLÓGICA O BIOLOGÍA HUMANA


ANTROPOLOGÍA BIOLÓGICA O BIOLOGÍA HUMANA

Darío Gil Torres, Biólogo, MS
Profesor
Departamento de Antropología
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
Investigador Asociado
Biogénesis
Universidad de Antioquia

Memoria

Nos hemos reunido acá con la pretensión de hablar de la relación existente entre la Biología y la Cultura, cualquier cosa que quiera decir eso, dadas las notables implicaciones que tiene tal relación. Acaso puede existir la biología más allá de la Cultura? No es esa biología la misma cultura, o lo que es más cercano, nuestro grupo social, dado que está atravesada por un modo de producción, por una cosmovisión que nos obliga a mirar las cosas por segmentos, como si fueran independientes y que nosotros intentamos volver a unir con nuestro discurso fragmentado?, o será que biología es tomada, en éste instante, como sinónimo de naturaleza y por lo tanto acá cabe casi cualquier cosa - antropología, biología, medicina, filosofía, sexología, filosofía, entre otros, lo que la hace - a la biología - un discurso totalizante en lo ideal y altamente pretencioso?. O será que nosotros estamos confundiéndonos en honor al saber científico y la investigación?

Del Ser Humano mucho se ha escrito y especulado, dado lo elusivo que es en lo conceptual, a pesar de encontrárnoslo a cada instante: acá nos estamos sentados pero somos rotos y dispersos. Rotos por ese pensamiento dicotómico que nos construye como grupo social - tenemos alma y cuerpo-, y que nos dispersa; dispersos con la necesidad del reconocimiento permanente, para poder existir como Sujetos - sujetos del lenguaje, del deseo y del otro. Del Ser Humano que hablamos no es el hombre de Linneo, es del sujeto de la modernidad.

Aquel que, más allá del concreto anatómico, se funda en el lenguaje simbólico, aquel que sin un semejante carece de existencia. Pero ese lenguaje no es aquel emotivo animal que permite comunicarse con congéneres de la misma especie para reproducirse, o generalizar un peligro o alimento, sino el que obliga a interpretar el mundo a cada paso, so pena de morir, dada la ruptura de la cadena que implicaría, es decir, sin ese reconocimiento como sujetos es el grupo social el que queda en crisis y con ello todos los que lo estructuran en una dinámica desconocida y que intentamos dilucidar en nuestro quehacer, como sujetos investigativos, productos del mismo grupo social.

De nuevo. El hablar del ser humano desde la biología no nos permite acercarnos a ese ser que somos, dado que hay una exclusión tajante: lo social como constructo, como nuestro nacimiento. Pero, de nuevo aparece lo incompleto, no es cualquier concepto de “lo social”. Es cierto que somos sociales por naturaleza, pero la hormiga también lo es, el chimpancé de igual forma, lo que nos permite ver que no es suficiente ser social por naturaleza. Somos una especie que tiene que aprender a serlo y ello nos condiciona en nuestra única identificación.

Más que ser humanos por naturaleza, somos humanos por cultura. Y esto no implica alejarnos más de la naturaleza, como pretende nuestra sociedad racional, sino acercarnos a ella por otro camino: a partir del reconocimiento de la alteridad, que es el campo de acción, justo, de la Antropología. Somos humanos porque nos reconocemos como tal y necesitamos lo no humano para reconocernos en ello. Sin ese referente no hay posibilidad de establecernos.

Es lo ecológico, entendida como la relación con, en un contexto: no es la humanización de la naturaleza, como pretende nuestra sociedad, como tampoco es la animalización del ser humano, actitud cara a los jóvenes de hoy. Somos otra especie en la naturaleza, que nace cuando se habla en la naturaleza. Es una visión un poco diferente. La naturaleza existe en tanto socializada, como reverso de la versión que nos intentan establecer algún sector de la sociedad: la sociedad no es naturalizada. El lenguaje lo impide, dada su arbitrariedad, dada la imposibilidad de la cosa tener un nombre en si. Querámoslo o no, asignamos nombre a las cosas y en eso le damos existencia.

En cierto que toda imagen que nos hacemos del ser humano es condicionada por una limitante biológica: tenemos un cuerpo cargado de reacciones fisicoquimicas, pero ese cuerpo nos importa más allá de la simple adaptación, más allá de la conservación, todo nuestro sentido de trascendencia - presente en todas las sociedades-, nos lo reafirma.

Nuestra presencia acá es prueba fehaciente de ello, si es que se puede probar algo, no solo tenemos el cuerpo, lo aprendemos, lo adornamos, lo ritualizamos, lo gozamos, lo estructuramos como imagen. La naturaleza lo forma, nosotros lo creamos porque la naturaleza nos permite crearnos como sociales, no solo nacemos sociales. Hay que trascender el estrecho margen de la ciencia positivista, de autoconservación: la mirada biológica en un buen acercamiento a lo natural, pero es insuficiente. Trascendemos la Biología Humana, dado que ella estudia al ser humano ajeno de si.

Y así como la sociobiología intenta leer lo social desde los genes, el grupo social se inventa la lectura ambientalista o culturalista, por el horror que nos causa hacernos participes de lo natural. Para esta corriente somos solo producto de la Cultura. Que quiere decir esa afirmación? Que es la cultura? Donde se encuentra? Es difícil construir el concepto, aunque lo podemos definir: es el producto humano, es todo lo verbalizable, en tanto ello, la cultura es lo humano, si, pero donde queda el ser?. Esa visión queda sesgada, también porque está ausente el concreto que se construye como imagen en falta, pulsional, que se construye con el semejante (mucho más allá del congénere animal). La cultura aparece en el momento en que ese ser se encuentra carente, por lo tanto se ve en la obligación de nombrar, construir, elaborar, tanto al semejante como la herramienta. (aunque se supone que fue primero la herramienta). Esa Cultura en etéreo, también, se torna campo de la filosofía, de lo especulable. Es válido, pero sigue sin responder por nosotros. Todavía sigue presente el faltante, sigue el mundo dicotómico en el que nos insertamos. Naturaleza o Cultura, creo es una falsa dicotomía. No es Filosofía - como la posibilidad de la especulación, tan necesaria a la hora de buscar el objeto de estudio -, ni es la Sociología - como posibilidad de cuantificación de algunos aspectos de lo social.

La naturaleza es historia, dice Habermans y nos da estrategias de acercamientos. La Antropología es una de ellas, pues supone al ser humano como ser humano - no solo como objeto, ante todo como sujeto -., mirando lo empírico y lo trascendental, lo óntico y lo ontológico. Pero no es solo la Antropología Cultural, tan cara a nuestras universidades, es aquella que une la inmanencia con la trascendencia. Aquella que habla del cuerpo como sede de reacciones, del cuerpo como registro y el cuerpo como ideal. Esta Antropología que tiene como vecina a la Economía, la Lingüística, la Sociología, el Psicoanálisis, la Psicología y, en nuestro caso particular, la Biología. Aquella que permite entender que entiende lo que comemos, pero que más que comida, tenemos dieta; aquella que sabe que nos tenemos que perpetuar, pero podemos coger otras vías, que mas que sexo, tenemos sexualidad; aquella que nos permite sabernos mortales, pero que crea tumbas y que intenta saber porque morimos; aquella que sabe que más que comunicarnos, interpretamos. Es obvio, estamos hablando de los dos polos al tiempo: de Antropología y de Biología, es decir, una muy buena síntesis: La Antropología Biológica.


Bibliografía

Aguilera P. A.: Hombre y Cultura. Editorial Trotta. Madrid. 1995
Bolivar, B., A: El estructuralismo: de Levi-Strauss a Derrida. Editorial Cincel, Bogotá, 1990.
G. Vattimo: En torno a la postmodernidad. Anthropos, editorial del hombre. 1994
Levi-Strauss, C.: Antropología Cultural. Editorial Altaya. Barcelona. 1994